El nuevo orden mundial y la “aldea global” en control de unos pocos, requiere de la uniformidad y por tanto del debilitamiento de las identidades culturales más íntimas. Es en este ámbito donde los barristas nos constituimos en un obstáculo importante para este afán de homogeneidad social y por tanto, desde afuera, se busca con persuasión e insistencia nuestro abatimiento.
En el discurso de los grandes medios los barristas aparecemos siempre como multitud, como turba humana sin individualidad, sin biografía; siempre se nos referencia como una masa de seres anónimos y peligrosos, se nos presenta como la amenaza que pesa sobre el fútbol, el aficionado común y sobre la sociedad en general.
Pero esta interpretación simplista, esta forma de tratar el fenómeno de las barras (y de los barristas), llena de vacíos e inexactitudes, se origina, en la mayoría de los casos, en el desconocimiento que nosotros mismos tenemos de lo que somos. Si bien es cierto que las pasiones son formas arbitrarias de la conducta, ser barrista no nos debe llevar a carecer de racionalidad, de discernimiento, de instrucción.
Como barristas estamos obligados a reivindicar el derecho de definir nuestro propio modelo colectivo, así éste resulte inaceptable para el sistema general de intereses que busca propagar su propio paradigma, sobre todo en el ámbito económico y social.
Pero para ello es imprescindible pensarnos y reconocernos, no debemos permitir que la pasión predomine excesivamente sobre las emociones y se imponga a la razón. Nuestras palabras y acciones requieren ser razonables y razonadas y no sólo persuasivas e impulsivas, nuestro discurso no se tiene que apoyar sobre lemas sino sobre razones.
Sí, es cierto que el ser humano además de razón es sentimiento, emoción, voluntad y trascendencia; aspectos todos que abarca el fútbol y la forma de verlo, pero el barrismo posee además un sustento racional, de otra manera efectivamente se convertiría en simple suceso elemental y vacío, carente de importancia.
Para aquellos que hemos hecho del barrismo un estilo de vida (perdonen el cliché) ha llegado el momento de disciplinarnos. Ser un verdadero barrista implica formarse como tal, no sólo en las canchas reproduciendo cada slogan que surge del suelo argentino, uruguayo o chileno, sino también considerando nuestro contexto histórico, cultural y geográfico. Lamentablemente hasta hoy la literalidad con la que traemos a nuestros estadios los cantos, los mitos e incluso la jerga del sur del continente es la norma, incluso por encima de nuestras realidades históricas y humanas.
Debido a esta actitud, como barristas, hemos caído en innumerables errores, algunos verdaderamente pueriles, como portar en las tribunas estandartes de equipos que históricamente han sido nuestros verdugos o confundir “el aguante” (palabra que aún no ha sido aprehendida por la mayoría de nosotros) con la violencia desmedida.
Conscientes de que nuestras tribunas no deben estar construidas únicamente en cemento, surge el Fanático-escarlata, medio impreso no dogmático que nace como un ejercicio de recuperación de la memoria y como un nuevo espacio desde el cual pretendemos lograr que nuestro discurso y nuestras acciones como grupo vayan más allá de los estereotipos. Esperamos que éste sea un recurso que nos ayude a cohesionarnos y cree entre nosotros un fuerte sentido de pertenencia por la barra.
En el discurso de los grandes medios los barristas aparecemos siempre como multitud, como turba humana sin individualidad, sin biografía; siempre se nos referencia como una masa de seres anónimos y peligrosos, se nos presenta como la amenaza que pesa sobre el fútbol, el aficionado común y sobre la sociedad en general.
Pero esta interpretación simplista, esta forma de tratar el fenómeno de las barras (y de los barristas), llena de vacíos e inexactitudes, se origina, en la mayoría de los casos, en el desconocimiento que nosotros mismos tenemos de lo que somos. Si bien es cierto que las pasiones son formas arbitrarias de la conducta, ser barrista no nos debe llevar a carecer de racionalidad, de discernimiento, de instrucción.
Como barristas estamos obligados a reivindicar el derecho de definir nuestro propio modelo colectivo, así éste resulte inaceptable para el sistema general de intereses que busca propagar su propio paradigma, sobre todo en el ámbito económico y social.
Pero para ello es imprescindible pensarnos y reconocernos, no debemos permitir que la pasión predomine excesivamente sobre las emociones y se imponga a la razón. Nuestras palabras y acciones requieren ser razonables y razonadas y no sólo persuasivas e impulsivas, nuestro discurso no se tiene que apoyar sobre lemas sino sobre razones.
Sí, es cierto que el ser humano además de razón es sentimiento, emoción, voluntad y trascendencia; aspectos todos que abarca el fútbol y la forma de verlo, pero el barrismo posee además un sustento racional, de otra manera efectivamente se convertiría en simple suceso elemental y vacío, carente de importancia.
Para aquellos que hemos hecho del barrismo un estilo de vida (perdonen el cliché) ha llegado el momento de disciplinarnos. Ser un verdadero barrista implica formarse como tal, no sólo en las canchas reproduciendo cada slogan que surge del suelo argentino, uruguayo o chileno, sino también considerando nuestro contexto histórico, cultural y geográfico. Lamentablemente hasta hoy la literalidad con la que traemos a nuestros estadios los cantos, los mitos e incluso la jerga del sur del continente es la norma, incluso por encima de nuestras realidades históricas y humanas.
Debido a esta actitud, como barristas, hemos caído en innumerables errores, algunos verdaderamente pueriles, como portar en las tribunas estandartes de equipos que históricamente han sido nuestros verdugos o confundir “el aguante” (palabra que aún no ha sido aprehendida por la mayoría de nosotros) con la violencia desmedida.
Conscientes de que nuestras tribunas no deben estar construidas únicamente en cemento, surge el Fanático-escarlata, medio impreso no dogmático que nace como un ejercicio de recuperación de la memoria y como un nuevo espacio desde el cual pretendemos lograr que nuestro discurso y nuestras acciones como grupo vayan más allá de los estereotipos. Esperamos que éste sea un recurso que nos ayude a cohesionarnos y cree entre nosotros un fuerte sentido de pertenencia por la barra.
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