“Algunos creen que el fútbol
es una cuestión de vida o muerte.
Lamento mucho esta opinión:
les puedo asegurar que es
mucho más importante que eso”.
Shankly.
Y aquí estoy otra vez, cumpliendo el ritual: camiseta roja, de pie, con los dedos aferrados a la malla y los ojos fijos en la cancha. Ya no puedo ver un partido de fútbol de otra manera. Con el tiempo he aprendido a moverme en este Territorio Apache; he aprendido, entre otras cosas, a sortear las avalanchas humanas y a esquivar los violentos bolillos de los tombos.
Hoy el cielo está despejado y la luz solar hace que todo se vea más nítido. Esta tarde me recuerda la primera vez, cuando junto con mi abuelo visité el Estadio Olímpico Pascual Guerrero. En aquella oportunidad el América enfrentó a Millonarios (lo sé porque en mi memoria quedaron los colores). Debo confesar que a esa temprana edad el fútbol no era para mí la pasión que es hoy, y lo que más me atrajo fue el aspecto de la edificación en la que me encontraba. En mi mente infantil la enorme armazón de concreto semejaba a una nave espacial, que yo quería recorrer de palmo a palmo.
En uno de los barrios más tradicionales de Santiago de Cali, en el barrio San Fernando, se erige el escenario deportivo con más historia en Colombia. El estadio que lleva el nombre de un prestante poeta de la comarca vallecaucana, ha sido testigo de veinte vueltas olímpicas del rentado nacional, de seis finales de Copa Libertadores, de una final de Copa Merconorte, fue la sede principal de los Juegos Panamericanos en 1971 y de los I Juegos del Pacífico en 1996, en la Copa América de fútbol realizada en Colombia fue la casa del grupo más disputado; en él se han presentado algunos de los músicos más importantes del mundo como la Fania All Stars, El Gran Combo, Gustavo Cerati, Fito Páez, Gloria Stefan y su pasto ha sido pisado por algunos de los futbolistas más connotados del orbe. Ahora este mítico templo es para mí, como mi casa. Es el espacio donde me encuentro con mis amigos, con mi equipo y conmigo mismo.
Desde aquella primera vez este escenario ha sidotestigo de muchas de mis grandes alegrías y dealgunas de mis tristezas más profundas. Fue en este césped donde aprendí sobre el fútbol, viendo a La Mecha enfrentarse a equipos con figuras tan renombradas como Junior, Francescoli, Romario, Crespo, Tevez o Robinho.
Ningún otro estadio en Colombia tiene el estatus de mítico que le da al Pascual su historia y la importancia de los partidos aquí disputados.
Por eso para mí la cita futbolera en el Sanfernandino es motivo de orgullo. No concebiría que mi equipo fuese local en otra cancha.
Seguramente las mentes burguesas preferirán escenarios más lujosos y confortables. Pero conocedor como soy de la mentalidad del americano de raza, sé que nosotros preferiremos un estadio como éste, que muestre sus cicatrices con orgullo (como guerrero de mil batallas que es) y que meta miedo al rival de turno de Los Diablos Rojos con su sola presencia.
Así, con esta malla adherida a mis dedos -como una extensión de ellos-, con Cristo Rey y Las Tres Cruces como telón de fondo y con la brisa que baja de Los Farallones, así quiero terminar mis días, gozando y sufriendo por mi equipo amado.Porque las tribunas del Pascual componen el marco perfecto para ese lienzo de césped sobre el cual, en muchas jornadas, los Diablos Rojos trazan efímeras e intangibles obras colosales que perdurarán en nuestra memoria; y con los cantos hipnóticos y gritos de gol que se escuchan a cientos de metros de distancia de la cancha, el estadio se constituye en una caja de resonancia desde el que brotan sonidos pasionales, sonidos del corazón.
Estadio: Olímpico Pascual Guerrero
Ciudad: Santiago de Cali
Inauguración: 20 de julio de 1937.
Cancha: 110 metros de largo x 68 de ancho.Capacidad: 45 mil personas
es una cuestión de vida o muerte.
Lamento mucho esta opinión:
les puedo asegurar que es
mucho más importante que eso”.
Shankly.
Y aquí estoy otra vez, cumpliendo el ritual: camiseta roja, de pie, con los dedos aferrados a la malla y los ojos fijos en la cancha. Ya no puedo ver un partido de fútbol de otra manera. Con el tiempo he aprendido a moverme en este Territorio Apache; he aprendido, entre otras cosas, a sortear las avalanchas humanas y a esquivar los violentos bolillos de los tombos.
Hoy el cielo está despejado y la luz solar hace que todo se vea más nítido. Esta tarde me recuerda la primera vez, cuando junto con mi abuelo visité el Estadio Olímpico Pascual Guerrero. En aquella oportunidad el América enfrentó a Millonarios (lo sé porque en mi memoria quedaron los colores). Debo confesar que a esa temprana edad el fútbol no era para mí la pasión que es hoy, y lo que más me atrajo fue el aspecto de la edificación en la que me encontraba. En mi mente infantil la enorme armazón de concreto semejaba a una nave espacial, que yo quería recorrer de palmo a palmo.
En uno de los barrios más tradicionales de Santiago de Cali, en el barrio San Fernando, se erige el escenario deportivo con más historia en Colombia. El estadio que lleva el nombre de un prestante poeta de la comarca vallecaucana, ha sido testigo de veinte vueltas olímpicas del rentado nacional, de seis finales de Copa Libertadores, de una final de Copa Merconorte, fue la sede principal de los Juegos Panamericanos en 1971 y de los I Juegos del Pacífico en 1996, en la Copa América de fútbol realizada en Colombia fue la casa del grupo más disputado; en él se han presentado algunos de los músicos más importantes del mundo como la Fania All Stars, El Gran Combo, Gustavo Cerati, Fito Páez, Gloria Stefan y su pasto ha sido pisado por algunos de los futbolistas más connotados del orbe. Ahora este mítico templo es para mí, como mi casa. Es el espacio donde me encuentro con mis amigos, con mi equipo y conmigo mismo.
Desde aquella primera vez este escenario ha sidotestigo de muchas de mis grandes alegrías y dealgunas de mis tristezas más profundas. Fue en este césped donde aprendí sobre el fútbol, viendo a La Mecha enfrentarse a equipos con figuras tan renombradas como Junior, Francescoli, Romario, Crespo, Tevez o Robinho.
Ningún otro estadio en Colombia tiene el estatus de mítico que le da al Pascual su historia y la importancia de los partidos aquí disputados.
Por eso para mí la cita futbolera en el Sanfernandino es motivo de orgullo. No concebiría que mi equipo fuese local en otra cancha.
Seguramente las mentes burguesas preferirán escenarios más lujosos y confortables. Pero conocedor como soy de la mentalidad del americano de raza, sé que nosotros preferiremos un estadio como éste, que muestre sus cicatrices con orgullo (como guerrero de mil batallas que es) y que meta miedo al rival de turno de Los Diablos Rojos con su sola presencia.
Así, con esta malla adherida a mis dedos -como una extensión de ellos-, con Cristo Rey y Las Tres Cruces como telón de fondo y con la brisa que baja de Los Farallones, así quiero terminar mis días, gozando y sufriendo por mi equipo amado.Porque las tribunas del Pascual componen el marco perfecto para ese lienzo de césped sobre el cual, en muchas jornadas, los Diablos Rojos trazan efímeras e intangibles obras colosales que perdurarán en nuestra memoria; y con los cantos hipnóticos y gritos de gol que se escuchan a cientos de metros de distancia de la cancha, el estadio se constituye en una caja de resonancia desde el que brotan sonidos pasionales, sonidos del corazón.
Estadio: Olímpico Pascual Guerrero
Ciudad: Santiago de Cali
Inauguración: 20 de julio de 1937.
Cancha: 110 metros de largo x 68 de ancho.Capacidad: 45 mil personas
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